Ntra. Sra. de los Dolores en su Soledad

Tras los difíciles años de la República para una Hermandad muy vinculada a la oligarquía conservadora local, el estallido de la Guerra Civil y la violencia que arrastró consigo, se llevaron por delante el patrimonio acumulado durante tantos años. El saqueo de la venerable arciprestal y de la Capilla del Mayor Dolor, sucedidos entre los días 18 al 25 de julio de 1936, supusieron la irreparable pérdida de la primitiva titular. Su efigie, fotografiada por el Conde de Miraflores, fue reproducida en la mencionada publicación, en la que se aprecia la excepcional calidad de esta imagen de candelero. En dicha obra se nos presenta con las manos unidas en actitud orante. Su tocado monjil enmarca un delicado rostro con profundo gesto de dolor, marcado por la curvatura del arco supra ciliar, la mirada baja, nariz recta y perfecta, boca ligeramente entreabierta y trazada sobre un rostro alargado de barbilla fina. Hasta el momento, salvo por los testimonios citados anteriormente podemos decir de ella que es obra anónima del siglo XVIII; que poseía una espléndida corona de plata en su color de la misma época, complementándose con un puñal del mismo metal, que es colocado por fuera del manto, siguiendo la moda de la época. La indumentaria que porta es de terciopelo negro bordado en oro y saya con motivos vegetales y florales, ambos propios del siglo XIX.

virgen antigua

La existencia de un amplio vacío documental; reflejo de la azarosa historia española de este siglo, nos lleva hasta el año de 1886, en el que una historia anónima de la villa nos habla ya de la procesión en la tarde del Viernes Santo con la bella efigie que se vincula a Pedro Duque Cornejo sobre un lujoso paso y con un rico ajuar, en el que destacaba manto de salida negro y saya blanca, ambas bordadas en oro.

En el año 1891, a esta primitiva imagen, descrita según la fotografía tomada por el Conde de Miraflores, se le confeccionaron unas manos nuevas, que no estuvieran unidas en actitud orante como las antiguas, un cajón y un ensamble por el escultor Emilio Pizarro Cruz.

Y resucitando de entre sus cenizas, nuevamente se inicia su andadura buscando una imagen a la que rendir homenaje. Con muy buen criterio, se decidió acudir a un anticuario, en donde se pudo encontrar algo a la medida de los deseos de aquellos cofrades. Una espléndida Inmaculada de candelero de tipo «sevillana» es adquirida allí, siendo adaptada como dolorosa por Don José Lafita en su casa del Patio de Banderas de Sevilla. Dicha escultura posee la cabeza inclinada acusadamente hacia la izquierda como es característico en el siglo XVIII, surcando el rostro cinco lágrimas de cristal. Posee labios finos y levemente abiertos que se complementan con un modelado elegante y académico expresado especialmente en los pómulos y su mirada, aunque algo retocados. Lo mismo sucede con la barbilla apuntada sobre la que se describe un pequeño hoyuelo, que la llena de candidez y atractivo. Los catedráticos Paiuelo y Hernández Díaz, en una visita a nuestra ciudad en 1975, discrepaba sobre la atribución de su autoría. El primero la adscribía al círculo del insigne Hita del Castillo y el segundo a Pedro Duque Cornejo. Es muy complicado establecerlo con certeza, dado que la Virgen será restaurada en 1942 por Don Sebastián Santos Rojas, quien grabó una leyenda alusiva en el dorso de la imageny le aplica la actual policromía. En los años 90 fue intervenida por el taller Isbilia. Es evidente que la impronta del imaginero sevillano se ha impuesto sobre el original antiguo, como ha sido frecuente hasta hace muy poco tiempo, en que el escultor transformaba, embellecía y enriquecía la imagen. No sólo la consolidaba sino que actuaba sobre ella dejando su sello personal, como ha sido éste el caso. En el año 2007 tubo lugar la última intervención a esta imagen. Esta estubo a cargo de José Ángel del Valle y Victoria Fernández Espejo.

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